En este paradigma, los consumidores pagan una tarifa fija establecida por un producto o servicio, sin importar cuánto lo utilicen o el tiempo que lo hagan.
Esta simplificación en la estructura de costos les brinda a los consumidores una mayor claridad y previsibilidad en sus gastos.
Por otro lado, las empresas encuentran ventajas en la estabilidad de sus ingresos, ya que estos dependen menos de las fluctuaciones en el consumo individual de cada cliente.
Esta estrategia puede resultar atractiva para ambas partes, ya que se enfoca en la simplicidad y la certeza en los pagos, generando un ambiente más transparente y beneficioso para ambas partes.