La estrategia descrita se conoce como la co-creación de valor o la externalización de algunas actividades al cliente.
Esto se traduce en que parte del trabajo que normalmente realizaría la empresa para satisfacer las necesidades del cliente se traslada al propio consumidor, permitiéndole participar activamente en ciertos procesos.
Al delegar estas tareas, la empresa puede reducir costos y mejorar su eficiencia, lo que se refleja en precios más bajos para el cliente.
Al involucrar al cliente en la creación de valor, se le da la oportunidad de personalizar su experiencia, aumentando la satisfacción y la percepción de valor.
Además, al asumir ciertas responsabilidades, los clientes pueden ahorrar tiempo y esfuerzo, al tiempo que pueden sentirse más comprometidos con la marca o el producto al contribuir en su creación.
Esta estrategia puede resultar beneficiosa tanto para la empresa, al mejorar su eficiencia, como para el cliente, al recibir un servicio más personalizado y adaptado a sus necesidades.